[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL
PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 22 de noviembre]
Hace
poco Aragón con gusto, anteayer las nuevas estrellas, ayer la inauguración de
la Feria agroalimentaria de Huesca, hoy de tapas por Huesca y Zaragoza, el
lunes Love Clients, la próxima semana
Aragón con gusto de tapas, pronto la navidad, momento coquinario por
excelencia… La oferta se acumula, quizá en exceso, pero demuestra que el
sector, la gastronomía, está más viva que nunca, a pesar de la crisis.
Y
aunque diversas circunstancias han provocado esta ingente sucesión de eventos
gastronómicos, con la ansiedad que ello conlleva en aficionados y
profesionales, lo cierto es que no puede ser casual esta reivindicación del
«hecho gastronómico, que decía el ilustrado.
No
hace tantas décadas que comer era simplemente una necesidad, cuando no un
problema. La transición política y el crecimiento económico con el que
coincidió, además de nuestra incorporación a Europa, convirtieron la comida en
gastronomía y placer, probablemente con todos los excesos que conlleva el venir
desde largos años de hambre.
Y
ahora, con esta peculiar crisis, instalada para quedarse, mientras el hambre
comienza a atisbarse como grave problema para muchos, otros van puliendo los
excesos en la mesa y recuperan la gastronomía en su mejor sentido, placer,
convivialidad y cultura; aspectos que no exigen necesariamente un gran
desembolso económico. No se disfruta menos de un par de frescos huevos –de
gallinas criadas en libertad− fritos –en aceite de oliva extra virgen−, que del
mejor de los caviares. Y quien crea lo contrario tiene gravemente alteradas
tanto sus capacidades sensoriales como las mentales.
Veamos
pues el lado positivo de la crisis. Paralelamente a una hostelería que va
descubriendo que se puede ofrecer calidad sin excederse en el precio,
recuperemos nosotros el placer de la mesa y las barras, en la medida de
nuestras posibilidades. Y luchemos para que no nos lo quiten o prohíban.
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