[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 8 de noviembre]
Los más aficionados al vino ya lo saben, pero otros todavía no. El mítico Bole, el bar de vinos que abrió en Zaragoza José Luis Borlán ha cerrado sus puertas. Y no las volverá a abrir, al menos en su antiguo emplazamiento. José Luis seguirá atendiendo a su clientela en La Scala, pero los amantes del vino han perdido −¿de momento?− un lugar de referencia.
Los más aficionados al vino ya lo saben, pero otros todavía no. El mítico Bole, el bar de vinos que abrió en Zaragoza José Luis Borlán ha cerrado sus puertas. Y no las volverá a abrir, al menos en su antiguo emplazamiento. José Luis seguirá atendiendo a su clientela en La Scala, pero los amantes del vino han perdido −¿de momento?− un lugar de referencia.
Procedente
de Sariñena, Borlán, Bole, consolidó en Zaragoza un modelo exitoso para
disfrutar del vino. No era el primer intento, pero sí el que mejor se
consolidó, convirtiéndose en referencia. Los vinos por copas, bien conservados
y con la rotación necesaria para disfrutarlos en condiciones óptimas. Una
vajilla en consonancia para percibir mejor los matices gustativos. La
posibilidad de consumir botellas enteras, aliviando un poco nuestro bolsillo.
La rotación y presencia de vinos poco conocidos por el vulgo, pero de enorme
interés. Un servicio eficaz y, lo más importante, amante y conocedor de los
vinos que servía.
Aspectos
que quizá hoy hayan asumido numerosos establecimientos, pero que hace diez
años, cuando nació El Bole no eran tan habituales en esta ciudad, epicentro de
zonas vinícolas, pero todavía carente de una cultura de consumo a la altura de
la calidad de la producción circundante.
Lo
menos importante son las causas de este deceso, el cansancio, los gastos
crecientes, la bajada de clientes… Lo triste es la pérdida, compensada por lo
que ha dado a la ciudad, por los momentos de placer sucedidos en su barra, las
mesas del fondo o los taburetes de la entrada, y por aquellos que, de una forma
u otra, han seguido la estela.
Si
somos, y lo somos, una potencia en calidad de producción vinícola, también
deberíamos serlo a la hora del consumo. Exigiendo vinos a su temperatura, en
copas adecuadas, recién abiertas las botellas a ser posible –o bien
conservadas−, a buen precio, etc.
Ese
será el mejor legado del Bole.
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