[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL
PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 21 de marzo]
Bastantes restaurantes, y más en estos tiempos, tienden a
relajarse en demasía. La falta de clientes –o, también, el exceso de ellos,
mientras los vecinos se encuentran vacíos−, la incertidumbre ante cuántos y
cuándo vendrán, la escasez de personal fijo, etc. son situaciones que hacen
tender a los restaurantes hacia una cierta apatía. ¿Para cuantos cocinaré esta
noche?
De ahí la importancia pedagógica del certamen de
restaurantes que se está celebrando en Zaragoza y su provincia hasta finales de
mes. Como es sabido, una cincuentena de restaurantes ofrecen un menú cerrado a
25 o 45 euros, bebida incluida, a disposición del público general.
Y también del jurado que concederá los premios, desconocido,
por más que se pueda intuir o sospechar si esa mesa lo es, y que aparece sin
avisar previamente. De forma que puede ir, precisamente, ese día en que uno de
los camareros está de baja y se ha llenado el restaurante. O justo esa noche en
que el cocinero, aburrido de no trabajar, decide cerrar antes de la hora
habitual. Por no decir el día en que se ha agotado uno de los productos del
menú y, total para cuatro, se decide sustituirlo por otro que está en la
cámara.
Situaciones probablemente comprensibles, que explicitan el
complicado momento en que se encuentra nuestra restauración, con una oferta muy
superior a la demanda actual, y previsiblemente futura. Pero que no tienen por
qué afectar a quien religiosamente abona su factura, sin plantilla completa,
yendo en vano al comedor o teniendo que degustar un plato no previsto.
Lo que implica que los establecimientos responsables,
quienes apuesten por el futuro, se encuentren, todavía más, en prevengan.
Cualquiera, incluso esa aparente reunión de amigotes, puede ser jurado y dar al
traste con las aspiraciones de ganar.
Magnífica fórmula para atender a la clientela: ojalá el
certamen durara todo el año o al menos sus miríficos efectos.
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