[Artículo publicado por el director de GASTRO ARAGÓN en EL
PERIÓDICO DE ARAGÓN, del viernes, 28 de marzo]
Puede que haya brotes verdes, pero el sector apenas los
detecta. Y es posiblemente el más sensible al circulante en manos de los
consumidores. Si uno tiene, sale de tapas, visita restaurantes, compra vino,
disfruta de la gastronomía, en definitiva. De lo contrario, y como pueda, se
alimenta.
No obstante, el sector trata de sobrevivir. Los productores,
bodegas incluidas, tratando de exportar, aunque sea a precios ridículos, y
compitiendo por un exiguo mercado interior. Recuerden y asúmanlo, por más que
les pueda la vergüenza, de la Unión Europea, tan sólo Noruega bebe menos vino per capita que nosotros. Por su parte,
bares y restaurantes, lanzando campañas promocionales, jornadas, actividades
diversas, etc.
Con lo que el consumidor pudiente, aunque sea a ratos, sale
beneficiado, al encontrarse, sin merma de la calidad en muchas ocasiones, con
una sobreoferta competitiva, precios más ajustados con diferentes excusas y
muchas, muchísimas razones y oportunidades para salir de casa.
Pues los productores, especialmente las bodegas, han optado
por una economía de guerra. Se acabaron los altos precios, los lujosos eventos,
las atenciones a los compradores –la hostelería−; hoy se impone la guerrilla,
la acción directa sobre el consumidor.
De ahí las numerosas actividades que pueblan nuestros
locales. Cenas maridadas a precios casi de risa; catas y degustaciones por
apenas lo servido; promociones en las tiendas, siempre que el cliente invierta
lo mínimo. Y con lo mejor de cada ejército. Enólogos, gerentes, directores
comerciales, los mejores vendedores, se han lanzado a las calles, a las barras
y a las mesas en busca de ese cliente, no perdido, sino reticente al gasto
debido a sus condiciones, actuales o futuras.
Ya no solamente nos quieren a los profesionales. Las bodegas
se aprestan a recuperar a un público atemorizado por la crisis. Y este, si
puede, debe aprovechar la situación –que quizá sea permanente por otra parte−,
nunca ha sido tratado como se merece, como el rey de la casa. Algo bueno debía
tener este cambio de paradigma.